Una cata a ciegas evalúa al vino pero también al catador
En primer lugar, vamos a definir qué es una cata. Se trata de un examen, de una evaluación a nivel sensorial, que hace una persona sobre un vino en concreto. Los sentidos que intervienen son 4 de los 5 sentidos que tenemos. Hay diferentes fases en una cata: una fase visual, una fase olfativa y una fase gustativa. Algunos añaden una cuarta fase que la podemos llamar fase retronasal.
Existen diferentes clasificaciones de tipos de cata, pero no entraremos hoy en ello y lo dejaremos para futuras noticias. Uno de estos tipos de cata es la que hacemos “a ciegas”. Es sencillo definir en qué consiste. Se trata de un análisis sensorial de los vinos, pero con la particularidad de que aquí desconocemos el vino que estamos catando, su marca, su etiqueta, etc. Esto se hace con el objetivo de que, al desconocer la procedencia, la marca o la añada, por ejemplo, el catador no se deje influenciar por estos factores a la hora de evaluar un vino.
Es un tipo de cata muy común en las catas comerciales, para profesionales, periodistas, concursos, etc. Solemos cubrir la botella con un papel tapando la etiqueta, o directamente sin etiquetar el vino, o con una bolsa térmica. La cata a ciegas es la más eficaz a la hora de poner a prueba nuestros sentidos, por lo tanto, evalúa también mucho al catador.
Hay dos tipos de cata a ciegas normalmente. Una en la que vemos el producto. Me refiero a ver su color. Pero existe otra en la que no vemos ni siquiera este, por lo que solo podemos contar con los sentidos del olfato y del gusto.
No solamente se hacen catas a ciegas en el ámbito profesional. Te animamos a que realices una cuando estés con amigos, es muy divertido y va a mejorar mucho la capacidad de análisis de nuestros sentidos.
Por mencionar algún otro tipo de cata existen las catas horizontales, vinos de la misma añada de la misma zona o variedad de uva, y catas verticales, que al contrario que en la anterior, cataremos vinos de distintas añadas, pero el mismo vino.
